marți, 15 aprilie 2008

La carta en el camino

Adiós, pero conmigo serás,
irás adentrode una gota de sangre
que circule en mis venas o fuera,
beso que me abrasa el rostroo cinturón
de fuego en mi cintura.

Dulce mía, recibeel gran amor que salió
de mi vida y que en ti no encontraba
territorio como el explorador perdidoen
las islas del pan y de la miel.

Yo te encontré después de la tormenta,
la lluvia lavó el aire y en el aguatus dulces pies
brillaron como peces.
Adorada, me voy a mis combates.

Arañaré la tierra para hacerte una cueva
y allí tu Capitánte esperará con flores en el lecho.
No pienses más, mi dulce,
en el tormento que pasó entre nosotros
como un rayo de fósforo dejándonos tal vez su
quemadura.

La paz llegó también porque
regreso a luchar a mi tierra, y como
tengo el corazón completo con la parte
de sangre que me diste para siempre, y
comollevolas manos llenas de tu ser desnudo,
mírame, mírame,
mírame por el mar, que voy radiante, mírame
por la noche que navego, y mar y noche son los
ojos tuyos. No he salido de ti cuando me alejo.

Ahora voy a contarte:mi tierra será tuya,
yo voy a conquistarla, no sólo para dártela,
sino que para todos, para todo mi pueblo.

Saldrá el ladrón de su torre algún día. Y el invasor
será expulsado. Todos los frutos de la vida
crecerán en mis manos acostumbradas antes a la pólvora.

Y sabré acariciar las nuevas flores porque tú me enseñaste
la ternura.Dulce mía, adorada, vendrán conmigo a luchar
cuerpo a cuerpo porque en mi corazón viven tus besos c
omo banderas rojas, y si caigo, no sólome cubrirá la

tierrasino este gran amor que me trajiste y que vivió
circulando en mi sangre.
Vendrás conmigo, en esa hora te espero,
en esa hora y en todas las horas, en todas
las horas te espero. Y cuando venga la tristeza

que odio a golpear a tu puerta, dile que yo te espero
y cuando la soledad quiera que cambies
la sortija en que está mi nombre escrito,
dile a la soledad que hable conmigo, que yo debí
marcharme porque soy un soldado, y que allí donde estoy,

bajo la lluvia o bajo el fuego, amor mío, te espero, te espero
en el desierto más duro y junto al limonero florecido:
en todas partes donde esté la vida, donde la primavera
está naciendo, amor mío, te espero.

Cuando te digan «Ese hombre no te quiere»,
recuerda
que mis pies están solos en esa noche, y buscan los dulces
y pequeños pies que adoro.

Amor, cuando te digan que te olvidé,
y aun cuando sea yo quien lo dice,

cuando yo te lo diga, no me creas,
quién y cómo podrían cortarte de mi pecho y
quién recibiría mi sangrecuando hacia ti me fuera
desangrando? Pero tampoco puedo
olvidar a mi pueblo. Voy a luchar en cada calle,
detrás de cada piedra. Tu amor también me ayuda:

es una flor cerradaque cada vez me llena
con su aroma y que se abre de pronto
dentro de mí como una gran estrella.
Amor mío, es de noche.

El agua negra, el mundo dormido, me rodean.
Vendrá luego la aurora, y yo mientras
tanto te escribo para decirte: «Te amo».
Para decirte «Te amo», cuida, limpia, levanta,
defiendenuestro amor, alma mía.

Yo te lo dejo como si dejara un puñado de
tierra con semillas.
De nuestro amor nacerán vidas.
En nuestro amor beberán agua.
Tal vez llegará un díaen que un hombre y
una mujer, iguales a nosotros, tocarán este amor,
y aún tendrá fuerzapara quemar las manos
que lo toquen.

Quiénes fuimos? Qué importa?
Tocarán este fuego
y el fuego, dulce mía, dirá tu simple nombre
y el mío, el nombreque tú sola supiste porque tú sola
sobre la tierra sabesquién soy, y porque nadie me
conoció como una, como una sola de tus manos,
porque nadiesupo cómo, ni cuándo mi corazón

estuvo ardiendo:
tan sólotus grandes ojos pardos
lo supieron, tu ancha boca, tu piel,
tus pechos,

tu vientre, tus entrañas y el alma tuya
que yo desperté para que se quedara
cantando hasta el fin de la vida.

Amor, te espero.
Adiós, amor, te espero.
Amor, amor, te espero.

Y así esta carta se termina sin ninguna tristeza:
están firmes mis pies sobre la tierra,
mi mano escribe esta carta en el camino,
y en medio de la vida estaré siempre
junto al amigo, frente al enemigo,
con tu nombre en la boca y un beso
que jamásse apartó de la tuya.










Pablo Neruda

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